jueves, 18 de junio de 2009

"NUESTRO PUERTO"POR JULIO GONZALEZ PADRON


"LA RECATADA"



En entregas anteriores, cuando hablamos a título de introducción de los refranes y cuentos de la mar, anotábamos que los mismos rebosaban sabiduría obtenida a través de años y años de observación de la propia naturaleza donde el marino se desenvolvía, la mar y su estado, amén de aquellas cosas que les resultaban familiar por cotidiano, pero sin querer olvidamos una de las características más significativas de éstos y es el “toque” de humor que casi siempre, por no decir siempre los acompaña, incluso cuando el protagonismo era ocupado por algún acontecimiento trágico o no precisamente aceptable.
De esto último da buena muestra nuestro “cuento marinero” preámbulo de hoy.
Aquel marinero argentino había trabajo en la mar los suficientes años como para amasar la fortuna suficiente que le permitiría por fin comprar su pequeña granja en un pueblecito de la península Ibérica cuyo nombre, por irrelevante, no viene al caso.
Resulta bastante común que el hombre solitario de la mar decida un buen día “cambiar de aires” abandonando su oficio primitivo e intentar en el campo formar familia y una nueva vida más terrestre.
Nuestro hombre lo tenía casi todo: no era muy mayor, gozaba de buena salud, bastante dinero y, sobre todo, muchas ganas de vivir. Pero como desde muy joven entregó su vida a la mar, no tuvo ocasión de formalizar una relación sentimental de pareja más allá de las clásicas aventurillas temporales del marino en cada puerto.
Cuando Hugo Viquéira (así se llamaba) llegó a su nuevo pueblo a tomar posesión de la pequeña granja que había adquirido con los ahorros, quiso al mismo tiempo cubrir la carencia que arrastraba de no tener una compañera estable y para toda la vida.
Toda vez que aunque no tan mayor, ya nuestro hombre no tenía edad para ponerse a “enamorar mozas”, pensó que lo mejor era dirigirse al párroco del pueblo y hacerle saber sus buenas intenciones y deseos de futuro matrimonio con alguna mozuela que estuviera soltera o viuda y/o en disposición de casarse, ya que sin duda el cura, pensaba, sería la persona más indicada para aconsejarle sobre las posibles mujeres candidatas casamenteras.
El Sr. Párroco muy en su estilo clásico- eclesiástico le contestó: “Muy bien hijo mío, eso está pero que muy bien, pero dime: ¿qué clase de mujer te gustaría tomar como esposa? A lo que el bueno de Viqueira sin pensárselo dos veces y seguro de lo que buscaba respondió: “Mire usted Sr. Párroco, no me importa que sea fea o guapa, gorda o flaca, rubia o morena, lo único que exijo es que sea una mujer “recatada.”
Con esas referencias el Sr. Cura al parecer y a juzgar por la cara que puso, parecía que lo tenía bastante fácil, así que se apresuró a presentarle a la señorita María Eugenia, con la que inmediatamente se desposaría bajo el rito católico, como no, semanas después.
Pasados unos meses y cuando nuestro “marinero en tierra” fue tomando confianza con los hombres del pueblo y mientras degustaba un ron en la cantina, al mismo tiempo que disputaba en equipo una partida de dominó con Dominguito “el boniato”, éste le preguntó que cómo era posible que un hombre con tantos recursos y posibilidades como él, hubiera tomado como esposa precisamente a María Eugenia, que había sido en su juventud novia de medio pueblo y a la que se le conocía precisamente por sus, llamémosle “habilidades amorosas” con los mozos del lugar.
Viquéira no daba crédito a lo que estaba oyendo y sintiéndose vilmente engañado y traicionado nada menos que por el propio “ministro” representante de la mismísima Iglesia Católica ,Apostólica y Romana, se dirigió inmediatamente a recriminarle su actuación, cuando nuestro párroco lo interrumpió “en seco” recordándole que él sólo se había limitado a aconsejarle sobre la elección de la moza en cuestión atendiendo a su estricta petición y añadió: “Mire usted Sr. Viquérira, como hombre curtido en la mar que es, seguro que me entenderá mejor lo que le voy a decir: en este santo pueblo tenemos mujeres solteras, mujeres vírgenes, otras ya catadas y por último las tenemos también “recatadas”; recuerde usted amigo mío su insistencia en que la señorita candidata en cuestión perteneciera precisamente a éste ultimo “genero.”
Pobre Viquéira, olvidó aquello que en la lejana juventud marinera le contaban sus mayores: “de la mar el mero, pero de la tierra…………………….” ¡Dios mío, vaya palo!


DESPUES DE PERDIDO EL BARCO, TODOS PILOTOS.-mil veces por no decir siempre se cumple el refranero marino en la vida real. Cuando alguien se equivoca y en consecuencia el resultado no es el deseable, no tardan en aparecer “los listillo” de turno dando los consejos o asegurando que a ellos eso, no les pasaría nunca.

DONDE HAY PATRON, NO MANDA MARINERO.- De este refrán no haré comentarios, pero si alguien tiene alguna duda alguna sobre su interpretación, ¡que pregunten a su jefe!

EL CAPITAN VERDADERO, EMBARCA EL PRIMERO Y DESEMBARCA EL POSTRERO.- No tiene que ser necesariamente así, por muchas leyendas y afirmaciones al respecto, pero el refrán nos sirve para recordarnos que, en la vida hay que ser consecuente con las circunstancias particulares que concurren en cada persona por razones de cargo y responsabilidad.
El autentico empresario invierte y arriesga su dinero y si las cosas no salen como él esperaba debe cerrar su negocio no antes de haber cumplido con sus obligaciones para con sus empleados y proveedores..

EL MANDAR NO ADMITE PAR.- Malo, muy malo cuando en un barco o en una empresa hay más de un capitán o más de un Jefe, que además quieran ejercer como tal; resultado ¡un desastre!. Yo siempre pongo el ejemplo del gallinero donde el granjero se empeña en que convivan dos gallos juntos. Resultado: “gallo muerto o travestido”.

EL MUERTO ES EL MAR, CUANDO LA TIERRA ESTA LEJOS.- La soledad del navegante queda perfectamente reflejada en este sabio refrán. Cuando llevas mucho tiempo sin ver tierra, comienzas a sentirte parte de otro mundo y cuando la mar deja de comunicar “energía positiva” a tu espíritu de marino, ésta se convierte en algo muerto, sin sentido , es entonces cuando la tierra toma protagonismo preferente acercándote a la memoria lo bello que puede ser un paisaje de arboles y montañas nevadas o simplemente un pueblo bonito.








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