EL COFRE
Los refranes, provengan de donde provengan, son el producto de años y años de observación y emanados de la sabiduría popular.
En el mundo marítimo, se da la circunstancia de que junto a la transmisión de su sabiduría suele venir acompañándolos alguna leyenda que el marino, por lo general, acepta como real, posiblemente influenciado por esa tremenda carga de romanticismo compañera inseparable de los navegantes desde los tiempos más remotos.
Juan Smith Guimerá era el capitán más antiguo de la compañía y, por lo tanto, ostentaba además el título de Comodoro (título honorífico común en el mundo anglosajón). Llevaba en la mar casi cuarenta años y su fama como excelente experimentado marino atravesaba fronteras quedando fuera de toda duda. Era el ejemplo a imitar por todos aquellos jóvenes y no tan jóvenes oficiales que soñaban con algún día poder llegar a alcanzar sus conocimientos náuticos y sobre todo su calidad humana. Hombre más bien callado y poseedor de una mirada profunda que imponía respeto al mismo tiempo que te transmitía una sensación de bondad que sólo poseen los auténticos sabios como él.
Digo sabio, y digo bien, porque D. Juan presumía que él no dejaba de estudiar nunca y que lo aprendido lo repasaba siempre que tenía ocasión.
D. Juan tenía un solo secreto en la vida que guardaba como el más preciado de los tesoros, un pequeño cofre recubierto de nácar de no más de 20 cmt de largo por cinco de ancho y que abría con una pequeña llave que él mismo había confeccionado y que usaba cada vez que se disponía a realizar la maniobra de atraque o desatraque de su buque.
Nunca nadie se atrevió a preguntar por la naturaleza de aquel misterioso “tesoro” que aparentemente tendría guardado D. Juan en aquel cofre forrado de nácar al que acudía con tanta asiduidad y en momentos clave para un capitán como es la maniobra en puerto.
Como es lógico, las especulaciones sobre su contenido se contaban por millares, incluso se llegó a decir que en él guardaba a título de amuleto un hueso de la mano derecha del propio Cristóbal Colón, que un antepasado suyo le había legado para que le diera suerte en su vida marinera.
Como a todos nos llega el premio de la jubilación, el mismo día que cumplía 40 años de navegación, recibió una carta del presidente de la Naviera que, agradeciéndole los servicios que por tantos años había prestado a su compañía le anunciaba que debería entregar el mando del buque a su primer oficial, que era el capitán que le seguía en el escalafón.
D. Juan leyó aquella carta con tristeza, pero como autentico Capitán que había predicado tanto sobre el deber sagrado de la disciplina, actuó en consecuencia y con el rigor propio que de él se esperaba.
El nuevo capitán al despedirse se abrazó a su antiguo maestro y con lagrimas en los ojos le dijo: “Mi capitán, deme un último consejo a modo de despedida.”; Don Juan lo miró con aquellos ojos del padre que mira con amor a su hijo y, dirigiéndose a su camarote, tomó el pequeño cofre que tanto adoraba y desprendiéndose de la llave que le colgaba de cuello, le hizo entrega del mismo mientras le decía: Amigo mío, son ya muchas las singladuras que hemos compartido juntos a través de todos estos años por esos mares de Dios, por lo tanto, sabes de sobra que soy hombre de pocas palabras y mucho menos amigo de dar consejos; no obstante, admíteme como presente de despedida este pequeño cofre de nácar que tanto ha significado para mí en la vida y no olvides nunca abrirlo siempre antes del comienzo de cualquier maniobra marinera importante que vayas a realizar, como es la de atracar o desatracar tu buque.”
El nuevo oficial, recién ascendido a Capitán, no pudo soportar la emoción que le producía la tremenda oportunidad que se le ofrecía al poder conocer al fin lo que había dentro de aquel misterioso y famoso cofre; así que, tan pronto D. Juan bajó la escala del buque y mientras se alejaba despidiéndose con el alzado de su mano, abandonó la cubierta principal y corrió a su nuevo camarote donde procedería inmediatamente a averiguar lo que el susodicho cofre guardaba en su interior y que tantas especulaciones y comentarios durante años había propiciado entre los oficiales de la compañía naviera.
Para su sorpresa, sólo encontró un pequeño papelito amarillento y envejecido por los años con dos frases impresas en una tinta azul clara ya también descolorida y que rezaban así: “ESTRIBOR ES DERECHA, BABOR ES IZQUIERDA”.
El hábil lector podrá creerse este cuento marinero o no, pero eso aquí carece de mayor importancia a efectos del mensaje que pretendo transmitir, pues sólo los que hemos vivido en y de la mar, sabemos lo que de placer tiene el navegar con un auténtico sabio y, por lo tanto, comprender con mayor facilidad que, el verdadero horizonte está en la mente del hombre, no en la realidad.
CUANDO AL MARINERO LE DAN DE BEBER, O ESTÁ JODIDO O LO VAN A JODER.- En los barcos existen unos lugares específicos de reunión o esparcimiento que pueden ser también usados como comedores, que se denominan “cámaras”. Las hay las llamadas “cámaras de oficiales (puente y maquina o separadas) y las del resto de la tripulación que se les denomina “cámaras de marinería”. Pues bien, salvo contadísimas ocasiones y siempre por alguna razón muy concreta, a los marineros se le tiene vetada la entrada a las cámaras de Oficiales (no así lo contrario), pero cuando un capitán y, que en virtud de su cargo tiene que trasmitir una mala noticia (despido, muerte de un familiar etc.,) a un marinero, lo suele llamar a la cámara de oficiales, lo invita a sentarse amablemente, le ofrece una copa y entre tanto aprovecha para darle la mala noticia.
DELFINES QUE TANTO SALTAN, VIENTO TRAEN Y CALMA ESPANTA.- Otra vez las continuas observaciones de la naturaleza y el comportamiento de estos animales marinos, que actúan de una u otra manera según el tiempo atmosférico, le sirve al hombre de mar para aprender de la vida cotidiana y así protegerse de aquellos “picos de loro” que tanto abundan en los muelles y que con sus mañas y habilidades consiguen venderte algún producto que dista mucho de ser de la calidad que presumen o anuncian. El resultado final es que cuando ya estás navegando y lejos del muelle, el “aparatito” tan bueno que adquiriste, resulta que ya no lo es tanto.
DE LA CARTA AL TIMÓN AL REVÉS LA CORRECIÓN.- esta expresión marinera se basa en la necesidad de cambiar el signo de más a menos o viceversa a la llamada Corrección Total (variación magnética más desvío de aguja) cuando se aplica al Compás o Aguja magnética; pero se comenta también cuando algún oficial es destinado a otro cargo en tierra, por ejemplo el de Inspector de Flota, automáticamente deja de ser “aquel maravilloso compañero y colega marino” para convertirse en vigilante y censor antipático de sus antiguos compañeros.
Desgraciadamente esto se da con demasiada frecuencia en las oficinas de tierra cuando ascienden a jefe a algún antiguo compañero de “fatiga”.
DE REMEROS NOVATOS, BOGA RANCHERA.- todos nos hemos encontrado en la administración con personal incompetente, que a consecuencia de su poca experiencia nos hace la vida imposible con mil pegas cuando vamos a tramitar algún documento y después de mucho batallar conseguimos cerrar el expediente, resulta que está todo mal. Esta expresión se usaba mucho para criticar a las antiguas Comandancia de Marinas cuando se iba a despachar los buques, y al soldado de turno que siempre estaba de mal humor porque se encontraba haciendo una “mili” obligada, se le unía la poca experiencia con el resultado final de que todos los trámites resultaba un desastre lleno de errores.
DEBERÁS FONDEAR PENSANDO QUE HAS DE LEVAR.- El fondeo de los barcos en lugares poco recomendables, por la existencia de “malos fondos”, pudiera acarrear la pérdida de sus anclas. Por ello, nuestro sabio refranero nos recuerda que cualquier acción que vayamos a tomar en la vida, primero la pensemos bien, no sea que al final nos tengamos que arrepentir de nuestras actuaciones precipitadas.
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